No todos los museos son de arte. En París, el Jardín de las Plantas (Jardin des Plantes) es considerado un museo en el estricto sentido de la palabra. Es una institución que mantiene colecciones de plantas vivas documentadas con la investigación científica, la conservación, la difusión del conocimiento y la exposición abierta al público. La construyó Luis XIII en 1635, y comenzó como un jardín de plantas medicinales. Hoy, está formado por diversos jardines, invernaderos, la Casa de los Animales (Menagerie), la Escuela de Botánica, la Gran Galería de la Evolución, Galerías de Paleontología y Anatomía Comparada, un laberinto con un mirador en el centro, auditorio, salas de exposición… ah, y, lo imprescindible, un excelente restaurante: La Ballena (La Baleine).
A los 32 años, Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), se convirtió en conservador del Jardin des Plantes en una época en que la historia natural alimentaba el pensamiento de la época. Buffon fue el cerebro de la reorganización del Jardín y lo elevó a un nivel preeminente en el ámbito científico. En 1752, fue elegido miembro de la Academia Francesa a raíz de sus trabajos: Historia Natural y Las Épocas de la Naturaleza. Los Jardines están asociados a los trabajos científicos de Jean-Baptiste Lamarck, el genio que puso de cabeza al mundo con su teoría de la evolución.
En este jardín aprendí que hay hoteles para abejas, como el que se muestra en la foto de abajo. Junto a él, hay un letrero que dice»¡Bienvenidas todas las abejas a este hotel!» Supongo que sólo podrán leer este aviso las abejas que hablan francés.
También aprendí que hay árboles que crecen hacia los lados, más que hacia arriba, formando una especie de cueva a la que hay que entrar agachándose. Una vez adentro, se descubre un lugar que a cualquier niño le parecería maravilloso: el refugio ideal para aislarse del mundo, incluyendo de los padres y de las sopas de fideo.
Cuando viajo, me gusta tomar nota de los pequeños detalles que hacen que los lugares sean lo que son. Cuando uno está en París, no importa hacia dónde se mire, allí habrá algo donde estacionar la mirada por un buen rato. Esta vez, no fue un objeto de hace dos o tres siglos, sino un elemento moderno: las bancas situadas a lo largo de las calzadas del Jardín. No sólo son bellas y simples: ¡son extraordinariamente cómodas! Creo que resumen el propósito del buen diseño. Nótese que son de una sola pieza: ni un tornillo, ni una tuerca.
También hay que estar preparado para lo inesperado, desde lo más pequeño, como un «insecto palo», de apenas unos cuantos milímetros, hasta un estegosaurio con mirada de malas intenciones. Parece acecharme. Pero también parece asecharme. ¿Conocerá la diferencia entre ambos verbos? ¿Será su hora de almuerzo?
La mañana se ha ido demasiado rápido en el Jardin des Plantes. Más de 400 fotografías para ayudar a la memoria. Increíble que un lugar como éste se encuentre en medio de Paris, con sus enormes reservas de especies. Un lugar donde se forman botánicos de primera línea y jardineros movidos por el amor a la vida. Hay que regresar. Algún día. Por ahora hay que enfilarse hacia la calle Mouffetard, a unas cuantas cuadras. Dicen que allí se puede comer muy bien. Habrá que ver, pues uno no puede confiar de los dichos de la gente.