Rendezvous en París VIII (Edgar Morin y Le Marais)

Entre los objetivos del viaje a París estaba visitar a Edgar Morin y entregarle en propia mano un libro que publicamos cinco compañeras universitarias y yo: Una educación emergente para la era planetaria (2010, Arana Editores). Edgar Morin (París, 1921) es uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, autor de una impresionante obra que incluye la serie de libros conocida como El Método. Su preocupación ha sido cómo religar los saberes humanos que hoy se encuentran fragmentados en disciplinas, especializaciones y profesiones. Así que dentro de los planes estaba ir al número 7 de la Rue St. Claude, en el corazón del barrio Le Marais.

Este barrio era antes una zona pantanosa, como lo indica su nombre (marais significa “ciénaga”) y adquirió importancia debido a su cercanía al Louvre, que era la residencia predilecta de Carlos V.  Alcanzó su apogeo durante el siglo XVII, cuando se convirtió en el lugar de moda de las clases adineradas y donde construyeron grandes mansiones, denominadas hôtels. Ahora, muchas de esas casas han sido restauradas y convertidas en museos. Recobró vida el barrio debido a una ambiciosa restauración y hoy es una de las áreas más elegantes, poblada por boutiques, galerías y animados restaurantes. Si bien las rentas se han elevado enormemente en Le Marais, han permanecido muchos artesanos, panaderos y pequeños cafés, así como una mezcla étnica de judíos y antiguos inmigrantes de diversas culturas.

Cuando llegué al portón de la casa de Edgar Morin me di cuenta que se trataba de un edificio de departamentos. ¿Qué timbre tocar cuando en el tablero había cerca de 30 botones? “Disculpe usted, ¿vive allí Edgar Morin?”, practicaba yo mentalmente mientras me hacía a la idea de molestar a medio mundo en el edificio. Estaba en ese ejercicio mental cuando, afortunadamente, llegó uno de los inquilinos, a quien abordé inmediatamente para preguntarle en qué departamento vivía Morin. “Él ya no vive aquí desde hace tres meses”, me contestó. Mientras me reponía de la noticia, me invitó amablemente a pasar para preguntarle al portero si sabía su nuevo domicilio. No, no había dejado su nueva dirección. Dejé el edificio con sensación de misión no cumplida pero, sobre todo, con las ganas de saludar, de abrazar, a un amigo.

Dediqué un par de horas a recorrer el barrio, sobre todo su hermosa plaza Les Vosges, considerada como la más bella de París. Visité el Museo Carnavalet y dejé para el final lo que sería el remate perfecto: el Museo Picasso. Frustración. En remodelación. Quizá para el 2012 tenga la oportunidad de recorrerlo. Es hora de comer, verbo que en francés se conjuga con vino.