Hace muchos años, el tío Jaime me regaló (¿nos regalo?.. . ¿incluyó al resto de la familia?) las nueve sinfonías de Beethoven, dirigidas por Herbert von Karajan. El año de grabación, si no mal recuerdo, fue 1966. Las escuchaba una y otra vez, hasta que el surco llegó al otro lado de los discos de vinilo. Una de mis favoritas era la número siete: alegre, saltarina (concepto musical muy profundo), con extraordinarios cambios de ritmo y estados de ánimo. Había partes del tercer movimiento que parecían invitar a bailar una tarantella. Era prácticamente imposible escucharlo sin mover los pies.
Y ahora me encuentro con una composición que parece confirmar mis intuiciones de aquellos años: Apotheosis of the Dance. Es una obra escrita en 2012 por el compositor sueco Mats Larsson Gothe. El título obedece a una frase de Richard Wagner para describir la Séptima de Beethoven, por la gran variedad de ritmos de danza desplegados en sus movimientos. Lo curioso de Apotheosis es que Larsson toma compases completos de la séptima para metamorfosearlos y darles nuevas e inesperadas sonoridades mediante ingeniosos cambios en la orquestación, en los acordes (disonancias, por ejemplo) y énfasis en el ritmo. El resultado es una manera interesante de hace honor a la genial obra de Beethoven. ¿Qué tal si la escuchamos… y vemos? Den click a la liga de abajo.
La obra del compositor sueco Mats Larsson Gothe es interpretada por la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo, bajo la dirección de Alain Altinoglu. Dura aproximadamente 11 minutos.
Hace apenas un par de meses no sabía nada acerca de Ai Weiwei. Poco antes de salir de viaje a La Toscana, me topé con un artículo en un periódico en Internet donde se hablaba de algunas de sus obras recientes. Lo googleé (del verbo googlear) y encontré una gran cantidad de información, incluyendo su blog personal (aiweiwei.com) y numerosas reseñas de sus exposiciones e instalaciones por todo el mundo. Leí con mucho interés acerca de su vida y de su obra: se me reveló un personaje fascinante artística, cultural y políticamente. Veinticuatro horas antes de partir, recibí un boletín informativo del Palacio Strozzi (www.palazzostrozzi.org), de Florencia, al que me acababa de suscribir y, ¡oh sorpresa!: en unos días se iba a inaugurar allí una exposición retrospectiva de su obra. ¿Una alineación cósmica?
Hicimos escala en Amsterdam. Allí debíamos esperar un par de horas en el aeropuerto de Schipol, antes de seguir a Florencia. Estábamos en la sala de salida esperando a que llamaran a abordar. Fue cuando volteé a la izquierda (la información acerca de la dirección hacia donde giré la cabeza es absolutamente irrelevante, pero pienso que da cierto dramatismo al relato) y vi una figura conocida: ¡era el mismísimo Ai Weiwei! Estaba vestido con jeans, camiseta verde, chaqueta azul y zapatos tenis. Se veía concentrado, chateando en su teléfono celular. Se lo dije a Tere, y ella, sin dudarlo, salió disparada a preguntarle si en verdad era Ai Weiwei o se trataba de una alucinación aeroportuaria (son frecuentes en las salas de espera). Charlamos brevemente con él y pudimos constatar que, a pesar de toda la fama que lleva encima, se trata de una persona afable, sencilla y conversadora.
Ai Weiwei nació en Beijing el 28 de agosto de 1957. Es un artista plástico, arquitecto, diseñador, activista y crítico tenaz del gobierno de su país, bloguero, experto en antigüedades y gran jugador de blackjack. Las autoridades chinas, quienes han tratado de silenciarlo inútilmente, lo han acusado de bígamo, evasor de impuestos, distribuidor de pornografía y plagiario, entre otros cargos. Es hijo del poeta chino Ai Qing (1910-1996), quien fue candidato del Premio Nobel de Literatura y amigo de Pablo Neruda. Por sus ideas revolucionarias, Qing fue exiliado en 1958 por el gobierno chino a Manchuria (el equivalente chino de Siberia), donde vivió con su familia durante 16 años. Weiwei heredó de su padre su espíritu crítico y disidente, sin duda, y ha encontrado en el arte una forma más de protestar contra las injusticias en su país: la corrupción de la policía, la falta de libertad de expresión, la tortura, el trabajo forzado, los arrestos domiciliarios ilegales (como los que ha sufrido, incluyendo el último que duró cinco años), y la pena de muerte.
Su Estudio de la Perspectiva consiste en una serie de fotografías que, a manera de selfies, Ai ha tomado a lo largo del tiempo, a partir de 1995 con una foto tomada en la Plaza de Tiananmen. Todas tienen en común que siempre aparece el brazo izquierdo del artista, levantando el dedo medio de la mano haciendo la seña que todos conocemos (giving the finger) a los lugares más icónicos del planeta, como la Casa Blanca, el Vaticano, el Museo del Louvre (frente a La Gioconda), la Torre Eiffel, la Plaza de San Marcos… Se produce una sensación curiosa cuando uno está frente a estas fotografías. La primera es de risa, lo cual pude constatar entre la gente que estaba a mi alrededor. Pero en una segunda mirada se advierte un poderoso acto de protesta detrás del gesto, un rechazo al poder de la cultura y la política. Con esta idea en mente, me estoy animando a comenzar mi propia serie. La lista de lugares se antoja infinita: la Cámara de Diputados, la de Senadores, la SEP, el Museo Soumaya, Los Pinos, Monsanto, zoológicos (no confundir con las Cámaras antes mencionadas)…
Ai Weiwei es actualmente uno de los artistas contemporáneos más prominentes de China que desafía al poder mediante su arte y sus enconados (y a veces divertidos) actos de protesta. Quizá haya sido más conocido mundialmente por su diseño del «Nido de pájaros» del Estadio Nacional de Pekín, construido para los Juego Olímpicos de 2008, en colaboración con los arquitectos suizos Herzog y de Meuron. Como botón de muestra de la «simpatía» que se ha ganado en los círculos del poder chino, en 2011, su recién construido estudio en la ciudad de Shanghai fue completamente arrasado por las autoridades locales con bulldozers, mientras sufría un arresto domiciliario más para impedir que estuviera presente. Curiosamente, las mismas autoridades de Shanghai le habían propuesto que construyera su estudio en un lugar que le habían designado especialmente para tal propósito.
Una de las maravillas de Internet es la radio. Uno puede encontrar estaciones de todos los países, sabores y colores. Muchas de ellas tienen un sonido excepcional (en estos casos conviene escucharlas con unos audífonos). Pongo a la consideración de los lectores cuatro estaciones de cuatro países nórdicos: Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca (no he incursionado en las estaciones de la otra mitad de los territorios). No sólo podrán disfrutar de la música de compositores conocidos como Grieg, Larsson, Sibelius o Nielsen, sino de cientos más (algunos con nombres impronunciables… para mí). Estas estaciones también incluyen canales con música de jazz, con una gran variedad de tendencias. Échenles un oído.
En caso de que, como yo, no entiendan noruego, sueco, finés y danés, dénle click a todo lo clickable que vean en estas páginas. No va a explotar nada y sí van a encontrar muchas sorpresas, como videos, entrevistas en inglés y otros tipos de música (aparte de clásica y jazz). Quizá encuentren divertido escuchar las noticias en estos idiomas, tratando de adivinar de qué tratan. Por momentos breves, en algunas de estas estaciones, me ha parecido escuchar japonés. ¿Son lenguas tonales? Vayan ustedes a saber.
NOTA: Es muy buena idea tener a la mano papel y lápiz para anotar el nombre del compositor y/o de la pieza desconocida que nos gusta. Después es cuestión de entrar a una tienda de discos (como Amazon) para conseguir más información y, si se quiere, hacer la compra correspondiente. Nota de la NOTA: no tengo comisión de la tienda mencionada.
Estaba escuchando una de mis canciones favoritas de los Beatles: I want you (She’s so heavy). Si la recuerdan, al final hay una serie de arpegios descendentes in crescendo que se acompañan con el sonido de un sintetizador Moog que reproduce ruido blanco. El efecto es impresionante (si el aparato de música tiene el volumen adecuado). Hay un momento en el que se siente que algo se nos viene encima y nos va a aplastar. Como una gran carreta. Sí, como Bydlo, la gran carreta polaca de dos ruedas representada en uno de los cuadros de la célebre obra para piano de Modesto Mussorgsky (1839-1881) Cuadros de una Exposición. Creo que de no haber sido por la (genial) orquestación de Maurice Ravel (1875-1937) de esta obra, jamás la hubiera escuchado. Recuerdo que fue una de las primeras obras sinfónicas que escuché “en vivo”.
Modesto Mussorgsky.
La obra está formada por un ciclo de piezas para piano que Mussorgsky compuso en 1874 como homenaje póstumo a su gran amigo Viktor Hartman, arquitecto y artista. Se trata de la representación sonora de 10 cuadros de la exposición que se llevó a cabo en la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo y que contenía más de 400 obras del artista. Los cuadros representados son: Gnomos, Il vecchio castello, Tuileries, Bydlo, Ballet de polluelos en sus cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmule, El mercado de Limoges, La cabaña sobre patas de gallina y La Gran Puerta de Kiev. Para darle unidad a toda la obra, Mussorgsky incluyó la repetición, entre cuadro y cuadro, de un tema que nombró Promenade (paseo), que simula el recorrido del espectador por toda la exposición.
Facsímil del dibujo de Hartman de La casa con patas de gallina (de la bruja Baba Yaga).Dibujo Ballet de polluelos en sus cascarones, de Hartman.La Gran Puerta de Kiev, dibujo de Hartman.
Cuadros de una exposición de Mussorgsky, con la orquestación de Ravel, es quizá una de las obras favoritas en el repertorio de las orquestas sinfónicas del mundo. Al menos eso es lo que me imagino. Encontré en la página de la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo una versión muy buena de esta obra… y además en alta definición y con una excelente dirección de cámaras. Pongo la liga correspondiente aquí abajo para que disfruten de esta pieza. Abran la imagen para que cubra toda la pantalla. Pónganse sus audífonos y suban el volumen. Dirige Ken Nagano.
Ayer decidí poner un poco de orden en los cientos (¿miles?) de fotografías que tengo dispersas en innumerables carpetas de mi computadora. Lo que creí que sería una actividad relativamente sencilla, aunque tardada, pronto se reveló (y rebeló) como algo complejo y que requería de mucho cuidado y atención. Para este noble propósito compré un disco duro externo de un terabyte. A él voy a trasladar todos los archivos debidamente clasificados por tema: paisaje, arquitectura, museos, parientes desconocidos, animales que acaban de romper el jarrón (categoría sugerida por Jorge Luis Borges), etc.
El primer problema que encontré fue decidir cuáles fotos conservar y cuáles eliminar. No es una tarea sencilla porque uno mismo actúa como juez y parte. Tan pronto como encontraba una sólida razón para dar de baja una imagen, hallaba un argumento igual de firme en sentido opuesto: se verá muy bien si la pongo de cabeza; puede mejorar con algún tipo de edición extrema; la tía Clotilde no es tan fea después de todo; lo repugnante no existe, sólo hay objetos de estética alternativa… Cabe decir que con este científico método no he eliminado ninguna fotografía hasta el momento.
De las primeras carpetas escogí un grupo de fotografías que creí que podría compartir con mis tres lectores. No estaba muy seguro acerca del titulo de esta entrada, debido a que los motivos de las imágenes es algo variada. Comencé con «Ensayos fotográficos y argumentaciones aristotélicas a propósito de la cuidadosa observación de algunas obras de arte». Además de lo excesivamente largo y pedante del primer intento, no todas las fotos tienen como objeto una obra de arte. Debo haber consumido un par de horas escribiendo diversos nombres en una hoja de papel. Aún no logro entender cómo en algún momento llegué a considerar el título de «Dos secretarias en apuros en Tailandia».
Trato de convencerme de que cada fotografía contiene algún tipo de cualidad estética que resulte interesante como para atraer la atención de todos. A veces aparece la imagen tal como la percibí cuando apreté el disparador de la cámara. En otras ocasiones, las imágenes han sido manipuladas (invertidas, reflejadas, caleidoscopizadas, vejadas, transmogrificadas -¡uff!- o fractalizadas) incluso al grado de metamorfosearse el objeto original (como sucede en Le Corbusier x 4). Los resultados me parecen interesantes y muchas veces me han ayudado a percibir cosas que antes no percibía: la fotografía sirve para ver. Al igual que la escritura.
Según mis cuidadosos cálculos, la mitad de las fotografías son resultado del azar y la espontaneidad, y la otra mitad de la búsqueda calculada de la composición (que puede incluir un tripié y una exposición de larga duración). En un arrebato de simplificación (flojera), pensé en dejar sólo dos categorías en mi disco duro: “Calculadas” y “No calculadas”. Dentro de esta última categoría estaría la foto del pintor. ¿Quién no puede verse atraído por la escena de Pintor y su modelo? Lo primero que me atrajo fue la mirada de la bella joven. Pero también hay que ver la postura del pintor, como calculando el siguiente trazo del pincel. La única transformación de la foto fue virarla a sepia. Sin pensarlo, tomé la foto antes de que desapareciera esa efímera escena.
En esta última fotografía sucedió algo interesante. Me atrajo la perspectiva del puente, con su elegante diseño, que se dirige directo a la Catedral de San Paul (de este lado del Támesis se encuentra la conocida galería The Tate Modern, antes una estación hidroeléctrica). Lo que descubrí cuando revisé la foto es que las siete personas que pasaban por ahí no se ven muy «naturales», sino como si yo les hubiera pedido que posaran para la foto. Bueno, ideas mías. Ya estaba considerando las categorías de «Fingidas» y «Naturales».
No estoy en contra de escribir en la computadora. Creo que hoy es una herramienta tan poderosa como necesaria. Pero la escritura a mano es, para decirlo con claridad, irreemplazable. El teclado no vino a sustituir la pluma y el lápiz, aunque parece que mucha gente así lo cree: es la nueva alfabetización. Desde hace tiempo escribo mucho a mano por diversas razones que me parecen lo suficientemente valiosas e interesantes como para tratar de convencer a los jóvenes de que lo hagan. Y ese es uno de los objetivos que persigo cuando imparto clases en la universidad. Invariablemente surge la pregunta: “¿Por qué escribir a mano cuando podemos escribir más rápido en la computadora?” Bueno, para escribir rápido en la computadora, primero hay que tener algo (inteligente) que escribir. Segundo, ¿por qué escribir rápido?, ¿a dónde queremos llegar con tanta prisa?
Cuando escribimos a mano no estamos comprometidos con la velocidad. La mano imparte un tempo más pausado que nos permite repensar nuestros pensamientos y las palabras que estamos a punto de escribir, así sea por un par de segundos. Escribir a mano es como caminar hacia alguna parte, en lugar de ir corriendo en un auto. Podemos ver el paisaje y detenernos momentáneamente. Sopesamos nuestros pasos y tenemos sentido de dirección, como dice Julia Cameron. En cambio, cuando nos detenemos frente a la pantalla, sentimos la urgencia de la velocidad, y que se alargan los segundos y se acortan las ideas. Nuestra escritura a mano con frecuencia viene acompañada de trazos, figuras, esbozos de esquemas, realizados al ritmo de las ideas que nos surgen en el momento y que pueden esfumarse si no les prestamos la atención debida. Nos referimos al garabateo que es un recurso valioso de la creatividad (scribble, en inglés).
En un artículo publicado en el New York Times del 27 de junio de 2016, el Dr. Perry Klass escribe que hoy existe una tendencia a menospreciar la escritura a mano como una habilidad poco importante a pesar de que “los investigadores han advertido que aprender a escribir así podría ser la clave para eso justamente: aprender a escribir”. Esta afirmación resulta más interesante cuando descubrimos que la escritura no sólo sirve para comunicar lo que ya sabemos (o creemos saber), sino, principalmente, para construir conocimientos. Es decir, la escritura tiene una función cognitiva. O como urge la investigadora argentina Paula Carlino, debemos sacar partido de su función epistémica. Por otra parte, la investigadora norteamericana Laura Dinehart afirma que es necesario realizar más investigación sobre la escritura a mano para ayudar a que los niños desarrollen habilidades que necesitan para emprender tareas complejas. Además, se ha comprobado que la escritura a mano aumenta la activación cerebral como respuesta no sólo a una necesidad motora, sino a la puesta en acción de diversas habilidades que conforman la inteligencia.
El Dr. Klass dice que “la escritura a mano, sin importar la belleza del trazo, es una manera de apropiarse del lenguaje escrito de manera profunda”. Desde un plano más subjetivo, Cameron nos dice que la letra a mano parece sellar un compromiso más profundo con las palabras: ser honesto y no mentir. Si seguimos a nuestra mano, que guía y va detrás de nuestros pensamientos al mismo tiempo, esa mano apuntará hacia un sendero que nos lleve a través de las complejidades de la creación escrita. Por supuesto llegará el momento en que nuestras páginas escritas a mano tengan que ser “transcritas” a nuestro procesador de palabras. No obstante, lo peor que podemos hacer es, precisamente, transcribirlas. Es mejor aprovechar esta última pasada para evaluar de nuevo nuestras palabras e ideas y así dar “una vuelta de tuerca más” a nuestros textos.
La comunidad de la Universidad Veracruzana protestando frente al palacio del gobierno estatal contra el arbitrario recorte financiero y desvío de recursos.Más de veinte mil personas protestaron en Xalapa y más de cincuenta mil en los cinco campus de la UV. Imagen tomada por Tele UV (c).
La fotografía de abajo, que titulé con el nombre de «Columnas con mujer» (igual podía haber sido «La rubia misteriosa» o simplemente «Columnas»), la procesé con el programa Aurora HDR Pro. HDR significa «high dynamic range» y se trata de un conjunto de técnicas que permiten un mejor rango dinámico de luminancias entre las zonas más claras y las más oscuras de una imagen. El resultado es muy bueno, con un buen balance entre claros y obscuros y un gran detalle en toda la fotografía.
Columnas con mujer
A partir de esta imagen base, experimenté con el programa Affinity Photo, utilizando la función «Filtros». Seleccioné de la lista la categoría «Distorsión» y, finalmente, escogí de sus diversas opciones el efecto «Reflejo». Éste genera imágenes simétricas a partir de un par de «espejos» (vertical y horizontal). Uno puede manipularlos cambiando su posición y sus resultados pueden ser realmente inesperados… como puede verse en las imágenes de abajo.
Columnas con reflejo # 1Columnas con reflejo # 2Columnas con reflejo # 3
No pude evitar asociar estas imágenes con el trabajo del artista neerlandés Maurits Cornelius Escher (1898-1972). Él construía escenas imaginarias llenas de paradojas, jugando con la perspectiva y el diseño de complejos teselados que se metamorfoseaban, antagonizaban y complementaban al mismo tiempo (como en Día y Noche, por ejemplo). Bueno, aquí se trata simplemente de jugar con un par de programas de edición fotográfica. Nada que ver con el enorme talento de Escher.
Columnas con reflejo # 4Columnas con reflejo # 5Columnas con reflejo # 6
En 2003 se realizó el concurso anual del mejor ensayo a escala global. Fue patrocinado por la Royal Dutch Shell (una de las cuatro mayores multinacionales en materia de hidrocarburos, gas natural y gasolinas) y la prestigiosa revista The Economist (publicación británica sobre economía y relaciones internacionales). La pregunta que plantearon para la elaboración de los ensayos fue: ¿Necesitamos a la naturaleza? Curiosa pregunta, ¿no? La ganadora de esta competencia fue Diane Brooks Pleninger, de Anchorage, Alaska, con el ensayo “Entrevista a un hongo”.
Pilobolus crystallinus.
Aquí presento una traducción libre de parte del texto ganador y que aparece en el libro Dreaming the Future, de Kenny Ausubel. Aquí, Diane Pleninger (D. P.), la galardonada del concurso, entrevista al hongo Pilobolus crystallinus (P. C.).
D. P. Nuestro invitado de hoy es Pilobolus crystallinus, autor del libro bestseller y ganador de varios premios ¿Necesitamos la humanidad? Una perspectiva micótica. Él es un erudito, conferencista, habitante del estiércol y conocido autor. Señor Pilobolus, su libro más reciente plantea algunas preguntas tentadoras acerca del futuro de la biosfera y el papel que usted y otros habitantes jugarán en él. Díganos cómo es que llegó a escribir sobre este tema.
P. C. El libro es resultado de una serie de simposios a los que asistí a lo largo de 200 años, bajo el patrocinio de la Federación Mundial de Hongos, sobre el tema “¿Qué necesita la naturaleza?”
D. P. Los siglos XIX, XX y XXI constituyen un periodo revolucionario en la biosfera. ¿Cómo han sido afectados los hongos por los eventos de la historia moderna?
P. C. La historia reciente de los hongos, la cual tiene unos 400 millones años, ha sido una historia de éxito extraordinario. Los hongos ocupamos dos nichos vitales en la naturaleza cuya importancia nunca ha sido cuestionada. En uno de ellos, nosotros conducimos los ciclos del carbono, donde equipos selectos de detritívoros tienen la misión de digerir la materia orgánica y regresar las partes componentes de nuevo al sistema ecológico. Sin nuestro trabajo, la vida sobre la Tierra desde hace mucho tiempo se hubiera detenido por la falta de materia prima. En otro nicho, actuamos en sociedad con las raíces de las plantas para extender su alcance en el ambiente del suelo y mejorar su absorción de agua y de nutrientes. Los animales, a su vez, se alimentan de las plantas y se benefician de esta colaboración. Ambos roles son críticos para mantener la biosfera.
D. P. Desde su punto de vista, ¿cuál ha sido el propósito de los humanos durante los siglos recientes?
P. C. Con la sabiduría que me da la experiencia, creo que lo podemos resumir como un experimento fallido de individualismo. La idea de individuo –y no hay un equivalente entre los hongos– surgió durante un periodo de transformaciones rápidas en la sociedad humana. En teoría, el individualismo se veía justificable, incluso atractivo. El individuo ideal era educado e ilustrado, alguien a quien todos querríamos conocerle. Sin embargo, en la práctica, la cultura del individualismo ilustrado se convirtió, después de un breve periodo, en un culto a la libertad personal. Durante varios siglos, esta libertad desenfrenada y la distribución fortuita de los recursos naturales condujeron a la creación de ciertas colonias de humanos ricas y aisladas. Su prosperidad provocó envidia, y el resto del mundo hizo lo que pudo para emularlas. Grandes poblaciones de humanos se mudaron de una experiencia muy simple del mundo natural a la expectativa de un estilo de vida similar a la que gozaban sus explotadores. Este clamor por la riqueza puso una enorme presión en la biosfera.
D. P. ¿Cómo describe la relación actual entre la naturaleza y la humanidad?
P.C. Sólo puedo hablar por los hongos, quienes caracterizan a la humanidad como prescindible. Después de un análisis muy intenso de los datos, la Academia no pudo identificar ninguna transacción indispensable entre los hongos y los humanos.
En este concurso participaron alrededor de 6 000 trabajos, provenientes de 163 países. El premio fue de $ 20 000.00 dólares. Diane Pleninger, en una entrevista, dijo que no diría en qué se iba a gastar ese dinero. Sólo mencionó que había hecho una lista con las cosas que le parecían prioritarias para beneficiarse de ese dinero.
Pilobolus crystallinus.
Esta es la referencia completa del libro:
Ausubel, Kenny. (2012). Dreaming the Future. Reimagining Civilization in the Age of Nature. White River Junction (Vermont): Chelsea Green. 212 páginas.
Nota: Las dos fotografías que acompañan esta entrada fueron tomadas de la página Nature Photography by Dragisa Savic: http://http://www.naturefg.com/pages/b-fungi/pilobolus%20crystallinus.htm. Se usan sólo para ilustrar esta entrada y sin ningún ánimo de lucro. Los derechos son del autor Dragisa Savic. Recomiendo visitar esta página con excelentes galerías de flora, fauna y hongos.