La palabra «escaparate» proviene del neerlandés schaprade, que significa armario. Lo mismo se utiliza para designar un espacio en las fachadas de las tiendas, con cristal por la parte exterior, donde se exponen las mercancías. También se le conoce como «aparador», que originalmente significa armario ancho de mediana altura, en el que se guarda todo lo necesario para el servicio de la mesa en el comedor. De igual forma se utiliza la palabra «vitrina»: mueble cerrado y acristalado que se usa para exponer artículos frágiles o valiosos, como suele hacerse en los museos, por ejemplo. Escribo todo esto no como breviario cultural sino porque no tenía idea de cómo comenzar esta entrada sobre escaparates, aparadores y vitrinas.




En los viajes uno se encuentra con aparadores que bien merecen una fotografía. Ya sea por los objetos individuales que se exponen, por la composición que ofrecen en conjunto o por el contexto que los rodea. No se diga en los museos en los que se despliega el arte de la curaduría, esa interesante actividad que incluye la investigación, selección, disposición espacial y exhibición de piezas de una colección. El escaparatismo (no confundir con escapismo, hoy un deporte de moda entre los políticos), por su parte, es una disciplina que se dedica al diseño de escaparates, mediante la combinación de los objetos expuestos, los materiales y la decoración. Todo para incitar el deseo del observador.




A veces la fotografía «ayuda» a ver los objetos con más detenimiento, con más tiempo del que le dedicamos a las cosas cuando las tomamos con una cámara. Nos permite descubrir detalles en los que no habíamos reparado antes, como en el grupo de esculturas miniatura de arriba. Fue en el momento de procesar la foto cuando pude percibir mejor las cualidades de la obra: los delicados pliegues de la ropa, las facciones de las caras, el ramillete de flores, las vasijas… Como las cosas que se exhiben en los escaparates más atractivos están fuera de mi rango de compra (o no se venden), me conformo con una foto. Ese es el caso de la bellísima medusa de cristal de abajo, elaborada en la isla de Murano. Esto me recuerda los escaparates del Barrio Rojo de Amsterdam… pero esa es otra historia: no me dejaron tomar fotografías.



El científico y divulgador catalán Jorge Wasenberg dice que sabemos mucho del mundo físico, pero poco de las emociones sensoriales. En un divertido ensayo asevera que nuestros cinco sentidos dan para 325 combinaciones de emociones sensoriales. Agrega que ha encontrado una experiencia donde se combinan los cinco sentidos a la vez: el disfrute de un buen vino (¡tenía que ser!): se mira, se huele, se acaricia, se escucha y sobre todo se degusta. En el otro extremo, afirma, se encuentra el caso de la vitrina donde la percepción se reduce a la unidad: ver. No se puede tocar, oler, escuchar ni saborear. ¿Será? Yo tengo ya algunas dudas sobre esto último.

Todos los conceptos que fotografias me han encantado, Felicidades Arturo.