Después de pasar dos semanas en el Schumacher College, en Devon, cuento con dos días y medio para explorar un poco Londres. Mi lista de lugares para visitar no es nada corta y dudo que pueda completarla. Debo adelantar que los Kew Gardens quedaron fuera y quizá sea lo más lamentable de todo, pues este jardín botánico es de los más bellos y visitados (por turistas e investigadores) del mundo. Será para la próxima vez.

Le echo una ojeada a mi guía de Londres, una bestia de 450 páginas y con un peso aproximado de kilo y medio (que por cada 500 metros de caminata aumenta medio kilo más). Trazo mi ruta: comenzar en la galería Tate Modern y caminar por lo que se conoce como el South Bank (que como el nombre indica, está sobre el lado sur del río Támesis), una franja sobre la que se encuentran importantes galerías, museos, salas de conciertos y, por supuesto, el London Eye →

Llegar hasta el Westminster Bridge, que me pasa al otro lado del río justo donde están las Casas del Parlamento y el Big Ben
→ Dar vuelta a la derecha y tomar la avenida Whitehall (pasando por donde están las guardias de la Reina y la casa del Primer Ministro, en Downing Street) → Pasar por Trafalgar Square, subir por St Martin’s Lane y Long Acre →

Hacer un amplio recorrido por Covent Garden → Tomar Coventry Street y llegar a Picadilly Circus → Subir al West End (zona de teatros y espectáculos de todo tipo -sí, de todo tipo) → Rematar el día con una cena en el Chinatown (apenas un par de calles, pero con más de 50 restaurantes para escoger).

El recorrido me toma todo el sábado. Más tiempo del planeado. Es que sobre el mapa todo se ve tan sencillo. Pero hay que tomar en cuenta las múltiples paradas, entradas a edificios, recargas de energía en pubs, tentempiés de restaurantes, breves y aleccionadoras desorientaciones, etcétera. Los viajes ilustran, pero cansan.
Todo es parte de una aventura que podría llamarse, siendo de plano muy reduccionistas, académica. Pero es más que eso. Se trata de salir de los «loops» de los hábitos y las rutinas, para dar paso a posibles bifurcaciones: esos momentos en los que cada decisión nos descubre nuevos paisajes, texturas y experiencias. Donde cada deriva nos aleja de nuestros planes y nos acerca a nosotros mismos.
Estoy conciente de mi modalidad de turista en Londres, completamente distinta a la de peregrino (para utilizar palabras de Satish Kumar) en Devon. Dos experiencias distintas. Pero ambas se complementan para formar una unidad que me ha enriquecido. El reto ahora es ampliar las notas que he tomado durante 15 días, reflexionar sobre qué pasó y cómo compartir con otras personas lo aprendido.