Regresar a casa XIII (transdisciplina, espiritualidad y las chicas del tren)

El viernes 2 de julio dejo el Schumacher College poco antes de la una de la tarde. Tomo el tren de las 13:22 de Totnes a Londres. Tres horas de viaje. Dormito a ratos. Despierto. Trato de organizar mis pensamientos en torno a lo que he vivido durante las dos semanas inmerso en el curso sobre la teoría Gaia y la evolución de la conciencia. Es imposible separar el contenido del curso de las personas que lo impartieron, del lugar geográfico en el que está situado el Colegio, del método (si se le puede llamar así), de la filosofía educativa, de las actividades realizadas… Constituye un todo indivisible. Es el encuentro más cercano que he tenido con aquello que denominamos transdisciplina.

Viene en el tren un grupo de muchachas que parecen divertirse de lo lindo. Ríen y hablan en voz alta, quizá más alta de lo que los cánones ferroviarios ingleses lo permiten. A mí no me molesta. Por el contrario, le da un toque más alegre al viaje que lo hace más ligero. Pero hay un señor (de esos con pinta muy inglesa) que se la pasa moviendo la cabeza, en desacuerdo con el jolgorio. No resiste más y se levanta de su asiento. Les pide que por favor le bajen el volumen, que dejen descansar al resto de los pasajeros. Preveo una respuesta sarcástica y fulminante de las chicas. Pero no. Todas acatan la “sugerencia”. Bajan las voces. Se ríen con mesura. Pero no pasan más de cinco minutos y la cosa está igual. Nuestro personaje hace una expresión como de “es imposible con estas chicas”.

Rupert Sheldrake, Stephan Harding, Sean Kelly y Satish Kumar han dejado ya una profunda huella en mi ánimo. Los cuatro articulan saberes provenientes de las ciencias llamadas duras, las humanidades, la filosofía, y de una rica experiencia ligada a lo espiritual. Viven lo que predican. Es decir, hay un profundo compromiso ético en lo que hacen. Hacen educación de una manera congruente. Me ha impresionado mucho el sentido de comunidad que se vive en el Schumacher. El profundo sentido de lugar que se respira allí. La capacidad de contar historias de todos. El tiempo de meditación. La hora de preparar los alimentos. El momento de trabajar en el jardín. Las excursiones por la región de Devon. Todo es parte de una educación transformadora no sólo de las ideas, sino también de la percepción y del espíritu. Además, hay un sentido práctico que me llama la atención. Como dice Satish, “Mi preocupación no es acerca de otro mundo, sino acerca de este mundo. No busco el paraíso o la salvación, o algún tipo idealizado de otra vida: busco un profundo compromiso con la vida en el aquí y ahora, sobre esta Tierra, en este mundo”. Eso me alienta. Cierro los ojos.

Llego a Londres a las 16:22 hrs. Sólo tengo que salir de la estación Paddington y caminar unos cuantos metros para llegar a mi hotel. La señorita de la recepción me recibe con una amplia sonrisa y me dice: “señor, hoy es su día de suerte”. Pregunto si mi estancia va a ser gratis. Y me dice que no, que el hotel está overbooked (creía que esto sólo pasaba con las líneas aéreas). Pero todo está arreglado: me han hecho una reservación en otro hotel, en South Kensington, a unas cuadras de Harrods y cerca de Hyde Park. El taxi corre por cuenta de ellos. Me subo a él. Sí, es mi día de suerte.