Advertencia # 1: «Oiga, usted no puede recargarse sobre las mamparas para tomar fotografías»
Uno de los objetivos de nuestro viaje a la Ciudad de México fue visitar el Museo Soumaya, construido por Carlos Slim en 2011, al norte de la Colonia Polanco. En este lugar se aloja parte importante de la colección personal de este personaje, que en algún momento fue el hombre más rico del planeta, según la revista Forbes. Las fotografías que había visto del edificio ya auguraban un encuentro interesante. Yo iba preparado con una discreta cámara Nikon Coolpix (con un zoom 18-x muy bueno), que cabe perfectamente en la palma de la mano, en caso de que estuviera prohibido tomar fotografías (se dan casos). Pero pronto descubrimos que, además de que la entrada es libre (bueno, ya la pre-pagamos con las tarifas del servicio telefónico), se pueden tomar fotos, con la condición de no usar tripié ni flash. Lo usual.


Advertencia # 2: «Está usted pisando dentro de las líneas blancas que están en el suelo»
El edificio es obra del mexicano Fernando Romero, quien contó con la asesoría del arquitecto canadiense Frank Gehry (sí el mismo que tiene edificios que parecen que los golpeó un meteorito), de quien se nota su influencia. Por ejemplo, echar un ojo al Museo Guggenheim de Bilbao… bueno, más o menos. En realidad no es tan impresionante como el del País Vasco que, en verdad, es una maravilla. La fachada del Soumaya esta recubierta por más de 16 000 placas hexagonales de alumnio que no se tocan, semejando un panal. Por dentro, la colección se distribuye en seis pisos de dimensiones variables (el edificio es asimétrico) que se conectan por medio de una rampa perimetral y ascensores. Bajar esa rampa en patineta debe ser divertido, pero no creo que lo permitan.


Advertencia # 3: «Su cámara está demasiado cerca de las obras. Va a disparar las alarmas»
El Museo (por cierto hay dos museos Soumaya: el de aquí en Polanco, y el otro en Plaza Loreto) tiene una colección de 70 000 piezas que incluyen obras de Rodin, Monet, Degas, Renoir, Van Gogh, Murillo y otros artistas europeos. También hay obras de maestros novohispanos, así como pintores como Velasco, Dr. Atl, Rivera, Orozco, Siqueiros, etc. Sí, la colección no es nada despreciable e incluye monedas, relojes, joyería, vajillas, relicarios, devocionarios, objetos decorativos, fotografía mexicana contemporánea, entre otras muchas cosas. Hay una amplia sección dedicada a Venecia, a sus artistas y a las películas que han sido inspiradas por esta ciudad, como «Muerte en Venecia». Quizá una de las secciones más interesantes es la que se dedica a obras orientales talladas en marfil (aunque a los pobres elefantes no debe hacerles mucha gracia).




Advertencia # 4: «No puede tomar fotografías hacia abajo, por encima de estos muros. Su cámara puede caer al vacío»
No hay nada que le advierta al visitante que hay un cuadro que le va a «hacer ojitos» desde lejos. Se trata de una escena panorámica (66.3 cm x 128.6 cm) que atrae por su oscuridad que contrasta con la línea del horizonte. Un poco en la penumbra se puede ver un pastor con sus ovejas. Parece como si las acabara de reunir como para tomar una selfie. Se trata del óleo Después de la tormenta, de Vincent van Gogh. Lo pintó por encargo en 1884 para un tal Antoon Hermans, quien lo quería para adornar su comedor. Seguramente lo colgó entre el retrato de la abuela y el clásico bodegón de mal gusto. El Museo lo adquirió en una subasta en 1997 en Sotheby’s de Londres. ¿No hubo ese año hubo un incremento de tarifas telefónicas?



Advertencia # 5: «No está permitido tomar panorámicas de las salas de exhibición, sólo de las obras»
Después de tres horas y media de recorrido en el Museo Soumaya, me quedó una clara convicción y una sensación medio escurridiza. La primera se refiere a que cuenta con una colección de objetos de arte realmente extraordinaria y que vale la pena hacer el peregrinaje a esa zona de la Ciudad de México para ver y disfrutar esas obras en vivo. La segunda es un poco difícil de definir. Se trata de la combinación entre una arquitectura que no cuaja (eufemismo de «muy fea») y la disposición de las obras. Si bien no tengo conocimientos de museografía y curaduría (sólo conozco el curado de nanche), me quedó la sensación de que algo no hace «click» en el Museo y que otra organización de los espacios habría sido mejor. Pero dada mi ignorancia sobre este asunto, quizá sea sólo eso: mi ignorancia… o quizá un cierto resentimiento por haber sido amonestado varias veces por los y las guardias de las salas de exhibición.


Advertencia # 6: «Este es un baño, no una sala de exposición. Por favor no tome fotos aquí»
Sí, me amonestaron varias veces en el Museo. Respecto a recargarme en una de las mamparas, jamás sucedió tal cosa. Debe haber sido una ilusión óptica. Me declaro culpable de haber cruzado las líneas marcadas en el piso y de acercarme demasiado a las obras. Eso lo solucioné después con el zoom de la cámara. Eso de tomar fotos hacia el vestíbulo por encima del muro de protección es cierto. Vino a mi mente de inmediato la fórmula de la caída libre de los objetos, donde «h» es la altura, «t» es el tiempo de duración de la caída del objeto (en este caso, mi cámara), y, por supuesto, la aceleración de la gravedad, que se designa con «g» y que es de 9.81 metros/segundo. Le dije al vigilante que tenía razón y que podía causar un serio accidente. A lo que él respondió «Sí, imagínese, más con el peso de su cámara». Y ahí fue cuando nos enfrascamos en una acalorada discusión, pues le dije que ni el peso del objeto ni su forma eran variables relevantes para la fórmula. Finalmente estuvo de acuerdo cuando le recordé el experimento de Galileo en la Torre Inclinada de Pisa. Eso de que no podía tomar fotografía panorámicas de las salas de exhibición fue algo que se sacó de la manga la señora vigilante. Cuándo se ha visto semejante restricción. Quizá sólo quería hacerme plática.
Epílogo
Esta es la reacción, desde Canadá, de Luis Porter a la publicación de esta entrada dedicada al Museo Soumaya:

Impresionante pero tienes razón, el museo debería llamarse Museo de los Usuarios, de Telmex, Telcel, Dish y clientes de Sears y Sanbors ya que con nuestras tarifas por ese servicio y compras en sus tiendas se ha pagado el gustillo del Sr. Slim.