Gracias a la invitación de Reyna, tuve la oportunidad de convivir unas horas con habitantes, especialmente niños, de una comunidad rural cercana a Xalapa. La idea era darles una plática breve, en el marco de un trabajo de investigación-acción que ella realiza con otros colegas suyos. Lo que más me impresionó, además del paisaje de una zona montañosa, de «malpaís», fue la gente de allí: cálida, abierta y con sentido del lugar (sensibilidad que hemos perdido los citadinos).

Los miembros del pequeño grupo de académicos saben muy bien que ellos no «llevan el desarrollo» a la comunidad ni van a «empoderar» (uno de los verbos más arrogantes que hemos importado del inglés) a sus habitantes. Saben, en cambio, que se trata de un proceso de participación respetuosa en el que todo mundo aprende y lleva a su propio nicho vital lo aprendido. Sobre todo aquello que tiene que ver con nuestra relación con la naturaleza.


Fue esta una oportunidad para tomar algunas fotografías, tanto de la comunidad y sus habitantes como de los paisajes circundantes. Muestro aquí una pequeña muestra de ellas, sobre todo de los niños. Todos posan, les gusta ser el centro de atención (¿a quién no?), aunque algunos fingen cierta indiferencia. Pueden hacer click sobre ellas para ver los detalles con la lupa de aumento.


ARTURO:
Que rica experiencia, no cabe duda que es en esas comunidades donde se aprende a valorar el sentido de «comunidad», además de los paisajes que nos regala la naturaleza.
ANA