Las cascadas de Texolo y la comida de Xico

El pasado domingo enfilamos rumbo a las cascadas de Texolo, situadas a tres kilómetros de la localidad de Xico (estado de Veracruz). Se llega por un camino empedrado, rodeado (todavía) por una exuberante vegetación, donde predominan los cafetales y las plantas de plátano. Pudimos apreciar que han aparecido un buen número (nótese la exactitud del dato) de restaurantes y de posadas en el trayecto. La misión era tomar algunas fotos en un lugar que tenía por lo menos tres años que no visitábamos.

Después de un par de horas, después de caminar por veredas, miradores, despeñaderos y puentes, el hambre nos advirtió que ya era hora de suspender la sesión fotográfica. Emprendimos el regreso a Xico, donde constatamos lo que ya sabíamos: la variedad y exquisitez de la comida de esta región. Después de una pausada degustación (cursi eufemismo para encubrir un tremendo atracón), decidimos visitar la parroquia de Xico. Debo advertir que para entonces eran casi las siete de la noche.

Una de las corrientes que alimentan a las cascadas.

Lo primero que nos llamó la atención fue la iluminación de la iglesia: un conjunto de reflectores programados que iluminan su fachada en una insólita sucesión cromática. Así que durante un minuto es lila, el siguiente es rosa mexicano… amarillo, verde, azul… Extraña y hermosa visión al mismo tiempo. Más fotos (con tripié, por supuesto, y largas exposiciones).

La Parroquia de Xico.

El remozado parque de Xico (que se funde con el atrio de la iglesia) se veía muy animado: gente, puestos con comida, más gente, más puestos con comida, niños jugando (que son parte de la gente), músicos. Un locutor anunciaba que pronto iba a dar comienzo el baile: «esta es la primera llamada, primera llamada». Un original toque teatral. Y entre anuncio y anuncio el sistema de sonido reproducía un disco de… ¡Ray Conniff! Un fondo musical improbable en una localidad pequeña de tradiciones vivas y ancestrales.

Regresamos a casa, después de una parada técnica en un café de Xalapa, para tomar un «lechero» acompañado de unas «banderillas». La combinación perfecta para terminar un día de paisajes extraños, bellos e inesperados.

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