Rendezvous en París IX (encuentro con Cartier-Bresson)

La Rue Mouffetard es una importante vía desde tiempos romanos, cuando unía Lutecia (antiguo nombre de París) con Roma. Hoy, es una zona muy conocida y visitada por sus mercados al aire libre, especialmente los de la Place Maubert, Place Monge y la Rue Daubenton, una bocacalle donde se organiza un alegre mercado africano. Las tiendas de los pequeños comerciantes conservan celosamente sus rótulos, muy antiguos y a veces pintorescos. Allí nos dirigimos la tarde del domingo, después de haber pasado la mañana en el Jardín de Plantas.

Arriba y abajo: la Rue Mouffetard. Por supuesto, puede dar click en las fotografías (tratadas con la técnica HDR) para ver los detalles por medio de la lente de aumento.

La tarde era lluviosa, pero era una lluvia intermitente y ligera. Las condiciones ideales para tomar fotografías interesantes en las que se mostraran los claroscuros de las nubes. Mientras Tere visitaba cada una de las tiendas (literalmente), yo buscaba ángulos donde emplazar la mirada. Fue en uno de esos momentos de ver la realidad a través de la lente que me vino a la mente una fotografía de Henry Cartier-Bresson (1908-2004) cuyo título es, precisamente, «Rue Mouffetard». En ella se muestra a un niño que caminaba por esa calle con un par de botellas de vino. Su cara y su mirada mostraban no sólo alegría, sino también un aire de satisfacción y orgullo.

¿Posando para la cámara? ¿Feliz de ir a casa a disfrutar una comida acompañada por el vino que lleva en sus brazos? ¿Cómo saberlo? No importa: con ver ese rostro es más que suficiente. Cartier-Bresson dijo lo siguiente sobre el arte de la fotografía:

El aparato fotográfico es para mi un cuaderno de croquis, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad, el maestro del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide al mismo tiempo. Para significar el mundo, es preciso sentirse implicado con lo que se recorta a través del visor. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Es a través de una economía de medios y sobre todo el olvido de uno mismo como se llega a la simplicidad de la expresión

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