Otra posibilidad

Si tomamos la suficiente distancia como para ver la actual crisis  planetaria desde una perspectiva más amplia, puede ser que se trate de una reacción de un mega-sistema que lucha por mantener su integridad y evitar así disiparse en el vacío: una última llamada de atención a nuestra inteligencia para dar a la cultura humana la oportunidad de dar un viraje de 180 grados. Tenemos, pues, una motivación existencial muy poderosa para hacerlo: la preservación misma de nuestra especie. Quizá sea un aviso de la Tierra, que se comporta como un ente compasivo, que nos advierte del peligro.

En reciprocidad a esta oportunidad, nuestro compromiso es hacer emerger otra sensibilidad y otra percepción, para liberar nuestra intuición y creatividad que nos permitan descifrar los códigos que el planeta ha desplegado en 4 600 millones de años de evolución. Esta podría ser la idea central de otra educación. Una educación que nos ayude a coevolucionar con el resto de las especies de la Tierra.

Pero hay otra posibilidad que podría no gustarnos, pues puede ser un duro golpe a nuestros egos: que el planeta siga su curso sin nosotros. Una desestabilización crítica del sistema, debido al calentamiento global, la pérdida de diversidad, el envenenamiento del agua y de la atmósfera, una conflagración nuclear, puede hacer desaparecer a la humanidad, junto con otras consecuencias catastróficas inimaginables.

Pero ya ha sucedido antes. Ha habido grandes cataclismos planetarios… pero siempre vuelve a florecer la vida. Por supuesto, esta vez lo podría hacer sin nosotros, lo cual abriría la posibilidad de una evolución más inteligente y una Tierra más habitable para la nueva comunidad planetaria. Nada ni nadie nos echaría de menos.

Lo que estoy tratando de decir es que nosotros necesitamos más del planeta que él de nosotros.