Eduardo Ibarra Colado (1957-2013)

Estuve tentado, por algún tiempo, a ponerlo bajo la etiqueta de “nerd”. No me cabe la mínima duda que debió haber sido un buen estudiante, de esos que sacan puros dieces en todas las materias. No sólo en la primaria, en la secundaria y la prepa. También en la universidad y en el posgrado. Se ha de haber matado horas tras los libros, en las bibliotecas, sobre la mesa de su estudio en su casa. Con sus dudas y comentarios, debe haber puesto en aprietos a muchos de sus profesores. Ya en su vida profesional, como profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, publicó copiosamente, fue editor de libros, participó y organizó cientos de eventos, acumuló reconocimientos y se colocó en el nivel III del sistema nacional de investigadores.

 Eduardo IbarraCon una producción científica impresionante (¿a qué hora dormía?, ¿sabía que había algo que se llamaba “vacaciones”?), se convirtió en una referencia obligada en materia de estudios organizacionales y en educación universitaria. No sólo en México, sino en muchas partes del mundo. Daba conferencias en universidades extranjeras. Y un largo etcétera. Uno podría decir que su vida ha sido muy “productiva”, palabra que, por cierto, le causaba aversión. Concibió, diseñó y puso en marcha uno de los proyectos más ambiciosos en el ámbito universitario nacional: el Laboratorio de Análisis Institucional del Sistema Universitario Mexicano (LAISUM). Contra corriente y marea, envidias y poderosos intereses políticos e institucionales, Eduardo Ibarra Colado consolidó lo que hoy es una de las fuentes de información y de intercambio más importantes para el estudio serio y sistemático de la universidad en nuestro país.

     Mi primer contacto con Eduardo fue en 2000, en un encuentro nacional que él había organizado con Daniel Cazés y Luis Porter, y que llevaba por título “Re-conociendo a la Universidad. Sus transformaciones y su Por-venir”. Desde entonces cultivamos una amistad a distancia, punteada con encuentros ocasionales alrededor de otros eventos académicos relacionados con la universidad, con sus profundos problemas y con la posibilidad de buscarles alguna salida. En estos trece años lo conocí un poco, pero ese poco me permitió corroborar que no se trataba de ese nerd cuya imagen me había formado en la mente. Era una persona obsesionada, no por la productividad y el reconocimiento, sino por estudiar y desmontar los serios problemas de su tiempo, lo que le llevó a hacerse de una cultura multidisciplinaria, que abrevaba tanto de las ciencias como de las humanidades. Con él tuve la oportunidad de participar en algunos proyectos, siendo el más reciente la obra colectiva El Libro de la Universidad Imaginada.

     Ibarra Colado acaba de morir. Contaba con sólo 56 años de edad. Creo que en parte fue víctima de sus ritmos de trabajo, de su falta de descanso. Hace algunos años nos dijo que iba a ir despejando paulatinamente su sobre-saturada agenda académica, a dejar de dar conferencias por todas partes, renunciar a la membresía de un sinnúmero de organizaciones, consejos y comités. Quería ir haciendo esa desconexión selectiva para dedicarse sólo a investigar y publicar. A imponer un tiempo más pausado. No más puestos universitarios. Lo hizo por algún tiempo, pero retomó de nuevo el ímpetu de antaño, y el LAISUM ocupó buena parte de su tiempo. No. No voy a decir que descanse en paz. Porque si hay un más allá (o un más acá, según se vea), estoy seguro que está organizando algo, que está cocinando algo subversivo, pues sabe que su misión en esta vida y en la otra es resistirse, resistirse a la injusticia, al abuso del poder, a la imposición del racional de la economía neoliberal en todos los ámbitos de la vida.

Pequeñas lecciones de erotismo, de Gioconda Belli

No todos los mensajes electrónicos colectivos son «spam». Hoy me llegó uno de Judith, con una joya: «Pequeñas lecciones de erotismo», de la escritora y poetisa nicaragüense, Gioconda Belli. Debo confesar que no la conocía. Pero una breve incursión en wikipedia me informa que por oponerse y combatir la dictadura de Anastasio Somoza, Belli fue condenada a prisión y tuvo que emprender el exilio como refugiada política, primero en México y después en Costa Rica. Vaya pues el poema, no sin antes una foto de ella.

Gioconda Belli.
Gioconda Belli.
Pequeñas lecciones de erotismo
Gioconda Belli[1]
I
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil  -si placentera-
No creas hacerlo en un día o noche
de sábanas explayadas.
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas

II
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado.
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
a corregir el rumbo cuando nube huracán
o aullido profundo
te pongan estremecimientos.
Cuenco de la mano que no sospechaste

III
Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos
cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos

IV
Instálate en el humus sin miedo
al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído
revuélvele la espesa cabellera
con la espada de fuego usurpada
Muerde la manzana

V
Huele
Duele
Intercambia miradas saliva impregnante
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos

VI
Escucha caracola del oído
como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua

VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
Navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo
Llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz
 
 
VIII
Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
-el mar como un vasto cristal azogado-
Duérmete náufrago.

 


[1] Gioconda Belli (1986), en De la costilla de Eva. Managua: Visor-libros.