Todo mundo sabe, bueno, al menos los mexicanos, que en la Plaza Santo Domingo, de la ciudad de México, existe toda una industria de falsificación de documentos de todo tipo. Allí fabrican desde facturas de hoteles y restaurantes para comprobar que, efectivamente, se gastaron todos los viáticos asignados a la misión defeña, o una acta de defunción del pariente rico, para cobrar el correspondiente seguro de vida. A continuación presento un texto de Luis Porter sobre las enormes posibilidades que se abren en un lugar como este.
Hace tiempo que defiendo el plagio, la copia inspirada, la reinvención de uno mismo, y la deconstrucción de la identidad que nos impone una academia fracturada en carreras, campos y demás. Creo que la plaza de Santo Domingo es una mina de oro a la que deberíamos recurrir reiteradamente, sobre todo hoy que, entre el Halloween gringo y el Día de Muertos mexicano, se permiten disfraces. De hecho defiendo a los que acuden a Santo Domingo por una nueva acta de nacimiento. Es una gran oportunidad dejar de ser argentino, por ejemplo, y tener un acta donde conste que nacimos en Santa Inés Zacaltenco, Tlaxcala. ¡Qué respiro! Qué forma de rehacernos desde la oxigenación que nace en los valles de Apan, entre magueyales y vestigios prehispánicos.
¿Y por qué no, entonces, dejar de ser simples licenciados para ser algo más y mejor? ¿Por qué no aspirar a ser doctores en antropología, psicoterapeutas lacanianos o alguna de esas múltiples posibilidades tan bien catalogadas en los archivos completos de Santo Domingo? Allí guardan celosamente las firmas de Nabor Carrillo, Barros Sierra, Ignacio Chávez, y muchas más, de hecho todas, incluyendo abogados generales, y demás.
No solamente Santo Domingo demuestra que el Registro Civil mexicano podría funcionar maravillosamente bien, si se asesorara con sus agentes y coyotes, sino que es una instancia que ofrece vías de remedio a cualquier debilidad mental de todo ciudadano, haya o no haya egresado de una escuela o institución educativa. Si el gobierno los apoyara con mayores recursos, México podría llegar a estar en lugares mucho más altos de la escala OCED, o en las certificaciones del Ceneval, los indicadores del Banco Mundial… recibiríamos loas de la Carnegie Foundation, y muchas universidades transnacionales renunciarían a querer copar el mercado mexicano ante los resultados producidos por esta sencilla plaza céntrica que venturosamente se encuentra tan cerquita de la Secretaría de Educación Pública.
De modo, amigos, que no despotriquemos contra la imaginación, destreza técnica y dechado de imaginación del pirata documental que todos llevamos dentro. Santo Domingo nos brinda la oportunidad única de ser otros, de ser mejores, de superarnos sin tener que pasar por las fauces del profesor de metodología, ni los caninos de los que enseñan estadística con un leve sentimiento de ser superiores… ¡no!… Santo Domingo hace realidad nuestros sueños, no importa si vienes de provincia o si eres un elegante catrín chilango. En este sitio, por cierto, no discriminan, solo catalogan, identifican, psicoanalizan en segundos, y te ofrecen el título que te mereces, el que siempre te mereciste. ¡Un voto por ellos!
Luis Porter
He tomado este texto de Luis sin consultárselo. Al fin que desde hace tiempo viene defendiendo el plagio y la copia inspirada. Además le doy su debido crédito. ¿O no?